Es difícil plasmar en unas líneas los numerosos aspectos que un campamento de verano puede aportar a un niño. Un campamento de verano aporta numerosos aspectos positivos.
En primer lugar, cabe destacar que la mayor parte de ellos mezcla actividades de convivencia con la práctica del deporte. Esto, por sí solo, puede ser motivo suficiente para que padres y madres tomen la decisión de ofrecer a los hijos la oportunidad de vivirlo. Pero para explicarlo me veo obligado a utilizar la primera persona con el permiso del lector.
Desde muy niño asistí a campamentos de verano de diferente índole. Más tarde los viví como monitor y comprobé que todo lo experimentado de pequeño lo repetían mis “acampados” sin importar el salto generacional. Y es que los campamentos de verano conservan algo inamovible al paso del tiempo: convivencia, afecto, aprendizaje y una larga lista de aspectos que son sin duda favorables para el desarrollo positivo del niño.
Como seres sociales, las actividades en grupo bien enfocadas aportan un aprendizaje basado en la observación, la cooperación y el compañerismo. Por otro lado, sabemos de los beneficios físicos y psicológicos de la práctica deportiva. Pues bien, un campamento de verano suele reunir ambas cosas. Además, las empresas actuales ponen un gran empeño en que el asistente aprenda correctamente los aspectos técnicos de la actividad elegida.
¿Qué aporta un campamento de verano desde el punto de vista psicológico?
- Autonomía: el asistente aprende a tomar decisiones sin la presencia de los padres y a ser responsable de aspectos cotidianos como el orden de su habitación y ropa, o cumplimiento de horarios, todo ello dentro de un ambiente distendido y de forma natural.
- Hábitos saludables: como se ha comentado anteriormente, la mayor parte de los campamentos tienen como una de las actividades centrales la actividad deportiva al aire libre, por lo que los padres saben que sus hijos están practicando actividades saludables.
- Conocimiento de gente de diferente procedencia: este un aspecto de los que más enriquece a los asistentes. Los campamentos son una oportunidad única de convivir con otros acentos, otras costumbres y otras formas de vida.
- Emociones positivas en un entorno abierto y saludable: cada vez son más numerosos los estudios que inciden en la importancia de las emociones y las experiencias positivas. Un campamento es un lugar donde se viven emociones intensas, pues el día se cubre enteramente con actividades y convivencia. Al finalizar un campamento, es habitual la sensación de haber vivido más días de los que realmente han sido, por la razón de la intensidad de cada momento y el aprovechamiento de las horas.
- Autoconfianza: es habitual comprobar cómo un asistente a un campamento adquiere confianza en aquello que hace con el paso de los días. La autonomía comentada anteriormente aporta a cada niño la percepción de control sobre lo que hace y la sensación de tener recursos para hacer diferentes actividades individuales y grupales.
Un campamento es una forma preciosa de madurar.
Las letras que aquí escribo son una mezcla del conocimiento profesional y mi experiencia en estas actividades. Pero tal vez por eso lo afirmo de manera tan rotunda.
Aire limpio, amigos, deporte, risas, conversaciones, aprendizaje… Difícil de igualar en ningún otro contexto. Un ejemplo perfecto, son los campamentos de verano que se realizan en Arbolar.
Por último, me gustaría señalar que la Región de Murcia ofrece un lugar incomparable para la práctica de actividades deportivas como es el Mar Menor. Este destino es elegido por cientos de niños todos los veranos, movidos por el buen tiempo, un mar tranquilo y seguro, y unas actividades atractivas.
Primero lo viví como niño… después como monitor… y ahora lo siento como padre.
Francisco J. Ortín Montero
Doctor en Psicología
Profesor de Psicología de la Actividad Física y el Deporte
Universidad de Murcia